La jubilación es una época de júbilo. Al menos eso es lo que te dicen cuando ya quieren que te vayas. Yo no esperé a que me lo dijeran en la
universidad. En cuanto tuve la edad, la solicité. Mientras el trabajo sea
satisfactorio, es un error jubilarse. Pero cuando es aburrido y además se tiene
que lidiar con un jefe agresivo, la posibilidad de jubilarse es un gran escape.
Trabajar
en una universidad permite conocer a colegas brillantes y estar al tanto de las
novedades de la ciencia y de la profesión. Los alumnos, siempre nuevos, no
permiten que uno se estanque. Siempre hay proyectos; la mayoría se quedan en
proyectos pero algunos se realizan.
La
Universidad Iberoamericana de Puebla fue mi último patrón. Siempre tuve la
sensación de estar ahí como contrabandista, porque
la universidad se definía como de orientación cristiana y yo soy ateo. Pero no
era yo el único. Conocí a otros ateos de contrabando; algunos de ellos,
profesores notables que preferían no discutir cuestiones de fe. A veces, la
'orientación cristiana' se mencionó como amenaza a quien le viniera el saco:
-No
queremos gente que no piense como nosotros.
¡Silencio!
Mis
primeros nueve años en la Iberoamericana fueron estupendos. La distinción entre
trabajo y diversión carecía de sentido. Uno puede aceptar sueldos bajos,
limitaciones severas de presupuesto y algunas necedades de las autoridades a
cambio de hacer un trabajo generalmente agradable en compañía de gente valiosa.
No es raro quedarse más horas y hacer más trabajo del exigido. Uno distingue
entre el trabajo obligatorio, lo que se le debe a la universidad, y el trabajo
propio, lo que uno quiere hacer voluntariamente al terminar el obligatorio. Las
universidades son instituciones que te permiten tener proyectos propios y hacer más trabajo del que piden.
Como el
último año en la universidad fue francamente malo, se disiparon mis dudas
acerca de solicitar la jubilación. Te escapas del mal ambiente, pero no todo es agradable al jubilarse. Pierdes al jefe necio y
el trabajo aburrido, pero también pierdes la compañía y la charla de buenos
amigos. La compañía es lo que más extraño y estoy seguro de que lo mismo le
pasa a otros jubilados.
En mi
paseos matutinos con Úrsula, encuentro con frecuencia a un señor como de mi edad,
sentado en la parada del camión. Al principio me pareció casualidad pero ahora
pienso que está jubilado y se sale de su casa para no aburrirse o no pelear con
su mujer. Lo veo platicar con la guitarrista que canta en los camiones y con
los vendedores de periódicos. Me han dado ganas de sentarme a platicar con él.
No lo he hecho porque las dos o tres veces que le he dado los buenos días, me
contesta muy seco.
Cuando
voy al banco, veo a la clientela mañanera de los cafés que hay en el centro
comercial. Muchos viejos con tipo de jubilados a los que ya reconozco. También
me han dado ganas de sentarme a tomar café y buscar conversación con alguno.
Tal vez lo haga uno de estos días.
Gracias por compartir, Memo. Será porque estoy estrenando apenas la jubilación, pero mi experiencia es algo diferente: aún no le encuentro los contras, y en cambio estoy gozando todos los pros. Comparto lo de haberme sentido "de contrabando", por atea principal pero no únicamente. Y será porque mi chamba era tan agotadora que casi no tengo memoria de la última vez que tuve la oportunidad de charlar con colegas brillantes (de los que hay muchos, mis excelentes jefes incluidos), ... será por eso, que no extraño las charlas.
ResponderEliminarMe resulta muy familiar la descripción de extrañar charlas inteligentes; la he escuchado muchas veces. Creo que hay materia prima para hacer o afiliarse a agrupaciones de jubilados. Muchos logran esto último gracias a que son asiduos de clubes deportivos.
ResponderEliminarHay otra faceta no considerada porque sé que no es tu caso, pero que también es muy frecuente: La sensación de rechazo en tu propia casa, pues acabas abarcando más tiempo y espacio de un territorio previamente "marcado" por la esposa; pero ahora con el inconveniente de ser un proveedor disminuido. Condiciones que ni mandadas hacer para los roces y el maltrato psicológico. Por eso todavía más importante las asociaciones, clubes o grupos de jubilados. ¿No crees?
Saludos: LZE