"El silencio no existe, el silencio es un zumbido" recuerdo haber pensado siendo niño mientras estaba en uno de los cuartos más alejados de la casa. No se oía ningún ruido exterior y entonces yo podía percibir un débil zumbido como el que se escucha después de un cohete que estalla cerca. El asunto nunca me preocupó mayormente.
Muchos años después, como alumno de maestría en una clase en la que se hablaba de la percepción auditiva le comenté al maestro que yo oía un zumbido permanente. 'Eso puede ser tinnitus, que te revise un otorrino'. El asunto siguió sin importarme.
Otros quince años después tomé un antibiótico para una infección estomacal que me tenía tirado y adolorido en la cama. Me curé pero el viejo zumbido se volvió muy fuerte, más en el oído derecho que en el izquierdo. Es el tinnitus que me acompaña desde entonces permanentemente, día y noche, 24*7.
Hay muchas variedades de tinnitus: unas personas oyen cristales que se rompen, otras oyen un tictac de reloj, otras, como yo, un zumbido como de chorro de gas que se escapa de una tubería.
Según me parece, los médicos no saben dónde se genera este sonido: en el oído interno o en la corteza cerebral auditiva. Parece ser que hay casos en que el tinnitus persiste aunque le hayan cortado a la persona el nervio auditivo dejándola totalmente sorda.
¿Qué hacer? aparentemente no hay remedio fuera de algunas estimulaciones que un médico español anuncia en internet y medicamentos que pueden o no funcionar pero que no pasan las pruebas experimentales rigurosas.
El consejo que dan los especialistas es decepcionante: 'no le haga caso, no se preocupe, no se afane'. El consejo sí funciona aceptablemente. Puede uno olvidarse del zumbido, pero basta pensar en él para que aparezca a todo volumen. Es fácil entender que si tiene uno la angustia constante por el zumbido, nunca dejará de oírlo.
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