Uso dos auxiliares auditivos sin los cuales me siento perdido. La primera vez que un otorrino me insinuó que quizá me conviniera usarlos salí muy enojado. Pero las experiencias de pedir a los estudiantes que repitan su pregunta tres o cuatro veces, fingir que ya entendí y contestar cualquier vaguedad que a veces provocaba risa me convencieron de probar un auxiliar. No son la solución, pero algo ayudan.
A quienes tienen sus oídos sanos les resulta difícil entender la pérdida auditiva. Creen que con elevar la voz o subir el volumen se remedia. Pero es como pensar que un miope verá bien si le aumentan la iluminación. Si ese miope tiene además ceguera selectiva a varios colores su problema visual se empezará a parecer a la pérdida auditiva 'normal' como la mía.
"Oigo, pero no entiendo" dice acertadamente un anuncio de aparatos auditivos para describir el padecimiento.
Yo oigo bien los graves, pero no los agudos. En un piano oigo bien las teclas de la izquierda pero no las de la derecha. En términos de audición de lenguaje esto significa que oigo mejor las voces masculinas que las femeninas y oigo mejor las vocales que las consonantes. No distingo entre S y F, entre P, K y T, entre L y R, entre B, P y D, entre G y K, etc. Muchas veces tengo que adivinar lo que están diciendo, y a veces fallo. Si alguien me dice la palabra 'agudos' oigo a*u*o y tengo que inferir por el contexto. Por eso, cuando me hablan sin estar prevenido 'Oigo, pero no entiendo'.
Cuando me gritan, lo que gritan son las vocales y sigo sin entender. Además, los gritos provocan, no en todos los hipoacúsicos pero en mi sí, un fenómeno que se llama (inadecuadamente) 'reclutamiento'. En pocas palabras, los gritos y los sonidos fuertes me espantan, me provocan casi dolor, hacen que me encoja.
Interpretar o adivinar correctamente lo que te están diciendo depende de qué tanta diferencia hay entre lo que los ingenieros de comunicaciones llaman señal y ruido. La gente con buen oído distingue la señal aunque ésta apenas sobresalga del ruido. Para que yo entienda, la señal tiene que estar muy por encima del ruido. En un antro con la música a todo volumen, casi nadie puede platicar porque el ruido (la música) es tan o más fuerte que la señal (la conversación). Para mi, una televisión prendida o un grupo de personas hablando es el equivalente funcional de la música del antro; es ruido suficiente para que no distinga yo la señal. Aun el ruido que producen mis mandíbulas al masticar, me impide entender lo que me dicen. Por eso rehuyo ir a fiestas y por eso me canso pronto de las conversaciones colectivas en las que hablan varios al mismo tiempo.
Aunque afortunadamente aún tengo buen oído, me causa el mismo efecto el ruido excesivo tanto en antros y reuniones multitudinarias. Por eso nunca he sido a afecto a los antros y prefiero reuniones más íntimas en la que se pueda platicar sin tener que gritar o pedir que repitan lo que dijeron.
ResponderEliminarPor cierto que de manera similar, me afecta estar en lugares con poca iluminación y con colores agresivos (como el rojo de los bares). Tal vez sea la razón por la que prefiero actividades durante el día.
Hola
ResponderEliminarMe gusto el blog.
Nunca había reflexionado en el sentir de alguien que no escucha bien.
Me parece que para empatizar con alguien, en la medida que sea posible, es necesario entender.
Creo que todos tenemos fortalezas y debidilidades lo importante es centrarnos en las primeras, y en su caso encontrar soluciones alternativas, en tu caso un aparato auricular.
Lo que toca es seguir adelante, pero supongo que de vez en cuando no es fácil.
Respecto a quienes son "normales" pues yo creo que nadie, como que todos tenemos algún detallito.