Me quedé sorprendido al ver que algo así como el noventa y cinco por ciento del público miraba su teléfono mientras esperaba el inicio de la función en un teatro lleno. Tal vez porque hacía mucho tiempo que no asistía yo a un evento en vivo.
Delante de mí una niña puber y dos filas adelante un viejo estaban en la posición perfecta para que yo pudiera ver lo que ellos hacían en sus pantallas.
La niña tenía una gran colección de imágenes de Frida Khalo: retratos, dibujos y caricaturas. Las repasaba continuamente, seleccionaba una, la ampliaba, la miraba unos segundos y regresaba a la galería para pasarlas de izquierda a derecha, de arriba a abajo, hasta que seleccionaba otra y la ampliaba. De vez en cuando cerraba la galería, iba a Whatsapp, rotaba los chats, seleccionaba uno, lo leía y luego regresaba a las imágenes de Frida. Si su mamá le hablaba, suspendía su actividad un momento y la retomaba casi inmediatamente.
El viejo que estaba más adelante mantenía abierta su galería de fotos que eran, según me pareció, grupos de gente. Hacía lo mismo que la niña: repasar, seleccionar, ampliar y mirar por unos segundos. También, como la niña, se cambiaba a Whatsapp y hacía lo mismo. Apagaba el teléfono por unos treinta segundos, lo guardaba en su bolsillo, lo encendía y vuelta a empezar. En cierto momento fue a su página inicial que mostraba un Cristo crucificado y sangriento, y acomodó los íconos de la apps de modo que no taparan la imagen.
De las otras personas en el teatro no puedo decir qué veían pero sus movimientos eran los mismos: rotar, seleccionar, ampliar, mirar por un momento, vuelta.
La cuestión es ¿qué estaban haciendo? Lo que ellos creen que es un simple pasatiempo debe ser algo más. Para pasatiempo podían platicar, rezar o jugar. ¿Por qué la compulsión de repasar sus imágenes y sus chats?
Mi hipótesis sin ningún fundamento es que se trata de una estrategia de memorización no muy diferente a lo que debe suceder dentro de la cabeza cuando el cerebro intenta consolidar los recuerdos.
La exploración de las imágenes y los chats debe ser una re-visión de lo que ya se conoce hasta encontrar alguna cosa de la que se tenga duda, así sea mínima. Esa se selecciona y se examina para memorizarla por completo. Como cuando después de estudiar para un examen seguimos 'dándole vueltas' a lo estudiado y al encontrar una falla vamos al libro nuevamente.
Entonces, quienes miran sus pantallas porque no tienen otra cosa qué hacer están, efectivamente, integrando su cerebro y el teléfono en una sola unidad. El problema real es que el teléfono se convierta en la única vía de entrada de material memorable. Esto último ya está sucediendo: muchas personas en el teatro se dedicaron a filmar el ballet: lo vieron con el phone, no con los ojos.
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