-¡Poncho, Poncho! No puedo abrir el correo. Me llamó la comadre para decirme que mandó las fotos del bautizo de sus nietos y quiero verlas, pero la computadora no me deja. Es una lata. Ya hice todo lo que Ponchito me enseñó y de todos modos no se puede. Esta computadora ya está vieja. Se queda pasmada. Yo necesito una con la letra más grande.
Después de tantos años de casados, Lupita seguía creyendo que Poncho podía resolver cualquier problema. Si no lo hacía era sólo por su mal carácter. Si Poncho declaraba que no podía eliminar al mosquito nocturno que zumbaba en la recámara, es que ya no la quería. Si la olla exprés fallaba y Poncho no averiguaba por qué, era por sus ganas de fastidiarla. Por eso Lupita prefería la ayuda de su hijo y le guardaba los problemas para el fin de semana que venía de visita. Desgraciadamente, Ponchito se parecía cada vez más a Poncho grande y, por pura flojera, alegaba que no sabía cómo hacer lo que su madre deseaba.
-¡Ya, ya voy!- gritó Poncho.
-Lo que pasa es que no me enseñaste bien lo del correo.
En realidad Poncho arreglaba la mayoría de los problemas de la computadora con dos remedios: o la reiniciaba o la apagaba hasta el día siguiente. Si nada servía, también esperaba a Ponchito. Ahora, mientras observaba la pantalla, Lupita le platicaba todos los síntomas como si él fuera un doctor.
-Siempre sale un letrerito pero ahora no. Le picas y ya te muestra los archivos o lo que quieras. Ponchito me dijo que le picara aquí, pero mira, le pico y no pasa nada... ¡Oh, ya se borró todo! ¿Qué pasó?
-No sé.
-¿Pues no que tú sabías? ¿Sabes qué hacer o no?
-Voy a reiniciarla.
-Eso va a tardar. Voy a la cocina y me avisas cuando ya esté.
-Necesito tu clave del correo.
-Ya te la dije desde el otro día, pero no te fijas en lo que digo.
Después de que Poncho reinició la computadora, pudo abrir el mensaje de la comadre.
-Ya están las fotos. Ven para que te explique cómo verlas.
-No puedo ir. Estoy con el horno. ¿No puedes esperarme tantito?
Poncho lamentó el día que le abrió una cuenta de correo a su mujer y la animó a comunicarse con sus amigas. Ahora lamentaría también haber leído el mensaje de la comadre, pero no tenía nada más que hacer. "Pobre de ti. Te compadezco por todo lo que me dices de Poncho. Así estaba de chocho mi marido: cascarrabias y cada día con una nueva necedad. No sabes cuánto he descansado desde que enviudé y, sobre todo, lo bien que duermo. Verás que tus oraciones serán atendidas y pronto el Señor lo llamará a su lado"
En ese momento, Lupita apareció con un plato de galletas tibias y olorosas que puso al alcance de Poncho. "Estaba enojada -pensó Poncho- y ahora me trae galletas. Ella no las ha probado. Es claro que quiere que yo las coma todas para que me enferme".
-¿Qué le hiciste a la compu que ya funcionó? Explícame por si vuelve a pasar.
-Nada más la reinicié.
-¿Por qué conmigo no quería?
-No sé.
-¡Caramba, contigo! Así te voy a decir cuando me preguntes algo.
Mientras se acomoda para mirar las fotos, Lupita comenta que ya se le acabó el veneno para ratones y le pide a Poncho que compre un paquete grande. Le acerca más el plato de galletas y él sólo aprieta los dientes. Ella lee el correo de su amiga.
-La comadre te manda saludos...Dice que le recuerdas al compadre... Yo creo que se siente sola... especialmente en las noches. ¿Quieres que le diga algo de tu parte?
-Dile que estoy peor, que ojalá le den pesadillas y que venga el compadre a jalarle los pies y a despeinarla.
Avienta las galletas y las pisotea una por una hasta pulverizarlas.
-Y tú te vas a quedar con las ganas aunque reces todo el día.
-¿Con cuáles ganas me voy a quedar? Las galletas eran para ti.
-Yo nunca he visto ratones en la casa.
El siguiente fin de semana, Lupita le pidió a su hijo que cambiara la clave de su correo.
Me encantó, Memo; simplemente me encantó. Sigue publicando y compartiendo, por fa
ResponderEliminarEs la dinámica de matrimonio añoso descrita con singular gracia y tino.
ResponderEliminarLuisZ