Todos los lunes a las cinco de la tarde nos vemos en el ‘Italian’ del Triángulo para tomar café y platicar un rato. Nos fuimos encontrando casi por casualidad y poco a poco se formó la tertulia. Primero sólo nos juntábamos el Popote y yo que siempre nos hemos entendido bien. Luego me encontré a Pachón y le gustó la idea de platicar una vez a la semana. En una de esas reuniones, vimos que estaba Juano en otra mesa y lo invitamos al grupo. Yo no lo reconocía al principio. Es curioso cómo después de cinco minutos te resulta tan familiar alguien a quien no has visto por más de cincuenta años pero que fue tu amigo durante la secundaria .
El último que llegó al grupo fue la pinchi Changa que ya anda por los setenta y ni fue nuestro compañero. Él era del Benavente y un poco más grande que nosotros. Claro que nos conocíamos todos, nos veíamos en las fiestas y en el alpha, pero no era nuestro amigo. No sé por qué ahora viene a nuestro grupo. Juano y él se veían en otro café, de los miércoles, y quiso venir al de los lunes con nosotros. Juano conoce a muchos porque nunca salió de Puebla sino que aquí estudió y se hizo amigo de todos los que se quedaron aunque vinieran de colegios diferentes.
Él sabe todos los chismes viejos. Se acuerda de las muchachas y sabe qué les pasó, si ya están gordas, si se divorciaron, cuántos hijos tuvieron. También sabe quién hace negocios con quién, quiénes son tracaleros; quienes estuvieron en la cárcel, cómo fue que mataron al Güeremen. Yo a veces no sé de quién están hablando. No puedo decir si no los recuerdo o nunca los conocí. El Popote es el que más le pregunta y atiende a las historias de Juano aunque ya las haya oído varias veces. Que Maguito se casó con un borracho que la dejó viuda y en la miseria pero Rosita, su hermana, sigue guapa nomás que tiene un genio del carajo y ya se divorció dos veces. Vivían en la trece. Ahí donde les llevamos gallo que salió su papá a regañarnos porque nomás gritábamos y Pachón se saltó la reja para ver a Maguito en camisón.
-Se me hizo fácil saltarme y asomarme por la ventana. Estaba yo medio persa porque habíamos ido a la Pasita. Pero cuando salió don Rosito creí que me iba a madrear.
-¿Cómo se te ocurre saltarte? Todavía se acuerda Maguito de eso. La última vez que la ví, hace como diez años, nos estábamos acordando del famoso gallo.
-¿Todavía existe La Pasita? Deberíamos ir una día a echarnos una.
-Sí, ya hasta tiene sucursales, pero yo ya no tomo.
-¿Cómo que ya no tomas, Juano? ¿Nada?
-Nada. La última vez estaba con mi señora en una boda y me quería yo ligar a una de las damas. Que se arma.
-¿Nada?
-Nada. Me pongo galán y ya me tienen amenazado.
-Ya no corres ningún riesgo.
-No, ni maiz.
-A mí me cagan las bodas -dice Popote- nomás está uno ahí sentado como idiota. Ni platico y ni modo que baile con mi esposa. A ninguno de los dos nos gusta.
-No, no, no -Así empieza siempre la Changa- Todas las bodas son iguales. Todas son iguales. Yo por eso le dije a mi hijo “mijito, a ver qué se te ocurre para tu boda pero que ya no sea igual a todas”. Eh, así le dije. Pues por más que le dije, hizo lo mismo: lista de regalos en Liverpool, cada idiotez que piden, pero idioteces. No, no, no, antes no era así. No era así. Ahora todas son iguales. Yo por eso ya les dije que no me inviten a bodas. Ya se los dije.
-A mí ni a bodas ni a nada. ¡Me cagan! -insiste Popote.
Juano y el Popote no se quieren jubilar como nosotros y dizque siguen trabajando. Juano cobra sus rentas los primeros días del mes; en eso consiste su trabajo. Luego que acaba, vagabundea por el centro y anda de café en café a ver a quién encuentra. Está completamente calvo y aun así iba a la peluquería una vez al mes a que lo emparejaran y a ver revistas, hasta que una empleada le dijo “A usted ya nomás lo sientan y le suenan las tijeras”.
Popote va temprano a bañarse al Parque España, luego desayuna y, por ahí de las once llega a su despacho de abogado. Pero sus clientes ya se murieron. Se dedica a leer el periódico y a dar consejos legales a sus amigos cuando se los pedimos: Que mi hija se quiere divorciar; que me llegó esta notificación; que los del SAT me quieren embargar. “Ni te metas -es el consejo que siempre da- el poder judicial es una cueva de ladrones, desde el barrendero hasta los jueces”.
-No, no, no. Esos del SAT son una plaga. Una plaga. Pero yo ya sé cómo hacerle para no pagar impuestos. Para no pagar. Digo, no es que sea uno ladrón pero ellos son peores. Son peores. El gobernador se dedica a promover su imagen y está robando de lo lindo para su campaña porque quiere ser presidente. Eh, quiere ser presidente el cabrón. Mira, ahí nomás se las paso al costo. Abres unas cuentas de cheques a nombre de tus empleados, que ellos firmen, y tu controlas las tarjetas de débito y las chequeras. Ahí nomás se las paso al costo. Cuando yo estaba en la galletera, así le hacíamos. “Nos van a agarrar” me decía Róber. “No nos agarran, tú no te preocupes” y nunca nos agarraron. Ahí nomás se las paso al costo.
-Esos eran otros tiempos, Changa, cuando estabas en la galletera no había computadoras -Dice Pachón, que hasta ese momento había estado muy callado atento a su teléfono. -Whatsapp es una maravilla. Deberíamos hacer un grupo para comunicarnos y ponernos de acuerdo.
-No friegues, Pachón. Apenas aprendí a mandar mensajitos. Prefiero llamar de viva voz en lugar de estar escribiendo con el tecladito que no se ve.
-Mi hija me abrió una cuenta en el facebook, dizque para que nos comunicáramos. Ya se me olvidó la contraseña y no me deja entrar. Ahora ya no puedo abrir otra porque me pide mi correo. Por eso yo mejor llamo por teléfono a la antigüita.
-A poco no te comunicas con tus nietos por skype. Es re divertido -dice Pachón.
-Ni sé qué es eso.
-Deberías intentarlo. Yo y mis nietos nos mandamos fotos.
-No, no, no. Miren nomás la foto que me mandaron el otro día. A poco no está buenísima. Se menea. Estos bikinis son no más un hilito. Un hilito. Ahí se las paso. A ver si no se les sube el azúcar.
-¡Qué se nos va a subir ni qué nada!
Y tenemos que apretarnos para ver cómo se mueve una muchacha en la pantallita. Yo no sé cómo decirle a la pinchi changa que ya no venga con nosotros. Ni era nuestro compañero en la escuela y nomás dice idioteces. No podemos platicar porque él no estuvo ahí y no sabe qué pasó. Sale con algo que no tiene que ver. Vamos a empezar a fregarlo entre todos para que ya se vaya o para que se calle.
-Oigan, hay que juntarnos a comer un día y recordar los buenos tiempos -dice Pachón- Sin esposas, eso sí. Porque si entre ellas no se caen bien, ya estuvo que ahí se acabó nuestra amistad.
-Y si se caen bien es peor porque no dejan hablar.
-No, no, no. No dejan hablar. No dejan. Opinan hasta de lo que no saben. Yo por eso ya pensé...
Ya me cansé de las necedades de la changa. Mejor me voy. Ya mero es hora de Gótica que está rete interesante.
-Está bueno. Me voy. Ahí luego nos ponemos de acuerdo para la comida.
Así, todos los lunes a las cinco en el ‘Italian’.
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