El juego del dominó puede ser una modesta analogía de nuestras actividades colectivas y de nuestra toma de decisiones en solitario.
Cuatro jugadores en una mesa. En el centro de la mesa hay una cadena de fichas y cada jugador tiene frente a sí sus fichas propias que oculta de los demás. Las fichas del centro son información compartida por todos. Las fichas de cada jugador son información que sólo él conoce. Entonces, cada uno de los cuatro jugadores tiene diferente información sobre lo que está pasando en el juego: la información pública compartida por todos, más sus propias fichas sólo conocidas por él.
Así es la vida ¿no? En cualquier actividad colectiva, hay cierta información conocida por todos y cierta información individual privada. Cada uno ve las cosas diferente de los demás.
En el dominó, cada jugador trata de hacer la mejor jugada a partir de su información parcial. Si tiene más de una ficha que tirar, debe tomar una decisión en solitario. Algunas decisiones son definitivamente buenas, otras son definitivamente malas, pero debido a lo incompleto de la información, la gran mayoría de las decisiones son dudosas: se espera que salgan bien si nuestras suposiciones son ciertas, pero puede que salgan mal. También así es la vida ¿no?
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