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sábado, 7 de diciembre de 2019

Hacerse viejo

El mundo te lo dice


Hacerse viejo es un proceso extraño. No se parece a ninguna experiencia anterior. Al principio no lo siente uno, pero el mundo empieza a mandarte señales. Puede ser que hagamos una imprudencia al manejar y alguien nos grite “Fíjate, viejo”. Puede ser que una mañana frente al espejo veamos a un desconocido que nos mira sorprendido. O puede que en una foto que acaban de tomarnos, tardemos en reconocernos.

 Al comprar una medicina, la dependiente amable te informa que con tu credencial de INAPAM tendrás descuento. ¿Pues qué, de plano ya me veo muy viejo o qué? O en el metro de la ciudad de México, el policía te abre la puerta para que pases sin pagar. Nomás de verte sabe que ya eres adulto mayor, y tú todavía no lo sabes.

 Cuando manejas, miras constantemente el velocímetro para asegurarte que vas a velocidad correcta, porque te parece que todos los demás van muy rápido y hasta se enojan contigo. Si quieres subirte a una mesa para cambiar un foco, provocas una conmoción y te dicen que te esperes, que ahorita viene un muchacho para hacerlo. Si insistes, te ofrecen su brazo para que te apoyes al subir y te abrazan las piernas mientras estás arriba. Cuando bajas, te regañan por necio. Vas a comprar el garrafón de agua como siempre lo has hecho y un buen día el vendedor se ofrece a cargarlo para que tú no lo hagas. Mi peor experiencia fue cuando una muchacha me cedió su asiento en un camión de la ciudad de México un día que andaba yo tramitando mi jubilación.

 Poco a poco te vas haciendo comodino. Si quieren cargar tu garrafón, pues que lo carguen. Si te ofrecen descuento, muestras tu credencial del INAPAM.

 El mundo te dice que ya eres viejo. Llega un día en que la imagen en el espejo se convierte en tí y te reconoces en las fotos rápidamente. Pero ahora, cuando te ves en un retrato viejo, aceptas que eres tú pero casi no sabes nada de ese joven que te mira desde el pasado.

 Las cosas que siempre te interesaron, pierden importancia. ¿Conservarme lúcido? ¡Qué flojera! No quiero leer las noticias ni los comentarios importantes del día. Para qué tratar de entender la estadística bayesiana. Uno lee y estudia para tomar mejores decisiones, para ser más sabio, para impresionar a quien se deje. Pero ya no hay muchas decisiones que tomar ni a quien impresionar. Así que mejor quiero leer algo entretenido mientras llega la hora de comer.


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Texto del autor tomado del libro: Contar la vida; ocho voces que narran su historia con Puebla. Editado por Álvaro Solis. Conaculta. Puebla, 2014.

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