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jueves, 1 de agosto de 2013

Conversaciones con Goethe

Empecé a leer el libro 'Conversaciones con Goethe´de Eckerman. Es una obra extraña. Eckerman, un hombre de origen humilde, autoformado en las cuestiones de teatro y literatura alemana, va a Weimar a conocer a su admirado Goethe. Es muy bien recibido por éste y se queda a vivir ahí durante 10 años en plan de amigo, protegido y cuasi secretario del Poeta. El libro es una especie de diario en el que Eckerman anota los comentarios y reflexiones de Goethe sobre muy diversas materias, incluyendo consejos vitales.

Lo compré porque no sé nada de Goethe y quise, en palabras de Eckerman, "subsanar esa grave deficiencia en mi educación". No sé si lo terminaré. La introducción es una breve biografía de Goethe que no hace referencia a sus obras pero si a sus amores; biografía necesaria pero aburrida. Hasta ahora la mejor parte del libro es la presentación que hace Eckerman de sí mismo antes de conocer a Goethe. Su vida pauperrima de hijo de campesinos alemanes cuya mayor riqueza era una vaca que les daba la leche diaria y ocasionalmente algo sobraba para vender, y daba también un becerro una vez al año. Las andanzas del padre que compraba y vendía listones y adornos de pueblo en pueblo. Eckerman nos relata sus ansias de superación personal que lo llevaron a inscribirse primero a una escuela secundaria y luego a clases en la universidad. La admiración por la sabiduría de sus maestros. Su esfuerzo por aprender Latín, Griego y, luego, Inglés. Su buen juicio literario y poético que le ganó protectores entre los aristócratas y le permitió vivir decorosamente de la venta de sus obras. Finalmente, el deslumbramiento con Goethe que hasta donde voy del libro no ha disminuido después de dos años de tratar con él casi diario.

Si no supiéramos quién es, Goethe se nos presentaría como un pedante insoportable. Pontificando de todo a la menor provocación; hablando siempre desde el pedestal que, sabia, tendría para siempre en la historia de la cultura. Ahora diríamos que se la pasaba 'amonestando' a Eckerman sobre lo que debería de hacer y pensar, e intuimos que Goethe le cortó las alas para ponerlo a su servicio. Parecería que Goethe no tenía sentido del humor y que siempre estaba reflexionando gravedades y que no tenía ninguna duda sobre sus conclusiones del mundo.

Tal vez Goethe no era así y lo vemos solo a través de los ojos de su admirador que no juzgó conveniente anotar trivialidades. Tal vez los 190 años que nos separan y la distancia de Weimar a México no me permitan apreciar y aprender de las reflexiones del genio de la manera que sí lo hizo Eckerman. Puedo apreciar que, a pesar de todo, Goethe fue muy generoso con los poetas jóvenes de su época. Los valoraba y podía reconocerles méritos. 

Puedo aprender sobre un estilo de vida tan lejano que me parece casi de otro planeta. Los paseos por el bosque, las veladas con intelectuales y artistas, los veranos en el balneario de Marienbad, las visitas del gran duque, los uniformes de gala de los empleados estatales, las medallas, la admiración por los soberanos. Quizá lo más sorprendente es el sentido de la vida en esa época. Las personas parecían tener un destino y su deber era luchar por alcanzarlo. Las personas tenían cierta naturaleza y no era conveniente ir en contra. Las personas debían luchar por alcanzar una 'elevada posición' que era propiedad casi exclusiva de los nobles. 

Me pregunto qué pasaría ahora si en una fiesta alguien llegara con sus medallas al pecho ¿Todavía sucede eso?
En fin, no sé si terminaré de leer este libro. El mismo Goethe aconseja a Eckerman no perder su tiempo con obras que no están de acuerdo con sus naturales inclinaciones.

2 comentarios:

  1. No me dan ganas de leer el libro "Conversaciones con Goethe" pero si me gustó como describe lo que ha leído del libro.

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