Lo mejor que puedo decir de Andrés Manuel López Obrador es que padece el mismo mal que el bueno de don Alonso Quijano , "gran madrugador". Todos los síntomas coinciden:
Los encantadores contra los que lucha son los de arriba, el grupito que siempre está enredando y engañando. Dulcinea es el pueblo bueno y sabio en quien confía plenamente, por cuya honra pelea mil batallas y de quien no permite que nadie hable mal. Los odres de vino son el IFE y la FEPADE que él sabe que los encantadores les han dado apariencia de inocentes instituciones.
Los intelectuales y filósofos que lo acompañan hacen el papel del ventero: lo arman caballero y le siguen el juego. Aun la república amorosa se parece a la "Dichosa edad y siglos dichosos... [que] ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío"
El yelmo de Mambrino que lo protege de todos los golpes es su autoproclamada honestidad.. Mientras la tenga, no podrán tocarlo sus enemigos, los encantadores.
Hasta el bálsamo de Fierabras que todo lo cura tiene su lugar en el mundo de AMLO. Son las concentraciones masivas en el Zócalo de la Ciudad de México.
Podría seguir, por ahí encontraría a la Mari Tornes y a los molinos de viento (¿Soriana?) Pero lo que no se ve por ningún lado es al Sancho Panza que le meta un poco de realidad a las batallas de su señor.
No sólo me hizo mucha gracia el asunto, pues tanta coincidencia ya lleva a pensar en en un estilo insano de procesar la realidad.
ResponderEliminarLuisZ